lunes, 21 de abril del 2025

¿Realmente quiero ser educadora? Una vocación que deja huella

El 21 de abril en México se celebra el Día de la Educadora, para honrar a

quienes dedican su tiempo y esfuerzo al cuidado y educación de los niños en edad

preescolar. El origen de esta celebración se remonta al nacimiento de Federico

Froebel, pedagogo alemán nacido el 21 de abril de 1782, considerado el creador de la

educación preescolar y del concepto de “jardín de la infancia”. Fue en 1837 cuando se

abrió la primera guardería, inspirada en su visión, donde las niñas y niños eran vistos

como pequeñas plantas en un jardín, y las educadoras como jardineras que cultivaban

su crecimiento y desarrollo. El trabajo de una educadora constituye un pilar

fundamental en la construcción del pensamiento, los valores y las primeras nociones de

aprendizaje significativo. Va mucho más allá del simple cuidado físico. Son las

constructoras de los cimientos del conocimiento, las guías que despiertan la curiosidad

y fomentan el aprendizaje desde los primeros años de vida. Es una aventura llena de

desafíos y recompensas únicas. Más allá de ser una profesión, es una vocación

apasionante que demanda capacidades y conocimientos específicos para enfrentar los

retos diarios con éxito y guiar a nuestros alumnos hacia su desarrollo integral. Es

desarrollar la capacidad constante de adaptación frente a las necesidades de las

infancias en su proceso de desarrollo.

Entonces, ¿realmente quiero ser educadora? Sí, contesté sin tener duda alguna.

Sin saber todo lo que estaba por venir. Todo comenzó el lunes 29 de agosto del 2022,

al entrar nuevamente, después de largos diez años, al salón que durante un ciclo

escolar fue mío. Me hizo recordar lo bonito que fue estar ahí. Claramente hubo algo en

mí que me hizo elegir revivir esos momentos, recordar a maestras y maestros que

dejaron una linda huella en mi corazón. Y sí, escogí esta carrera. Empecé con

sentimientos encontrados. Saber que era una carrera mayormente de mujeres me daba

miedo por experiencias pasadas, sin embargo, decidí dejar ese miedo atrás.

Transportarme dos horas desde mi casa a la escuela y de regreso es agotador. Durante

el primer semestre todo fué lindo; conocía lo que implicaba ser educadora, condocentes que te mostraban la belleza de enseñar a pequeñas personitas. Escuchar a

maestras activas compartir sus experiencias era inspirador. Muchas personas hablan

sin saber lo que realmente significa ser educadora. Usan la frase: “Fácil tu carrera, solo

juegas con niños”. Pero claramente no es así. En la primera jornada de prácticas

estaba nerviosa por tener por primera vez un grupo bajo mi control. Nada quita lo

emocionante y desesperante que es preparar material, pensar si saldrá bien o mal. Son

muchas las cargas durante el proceso, pero sin miedo, lo afrontas y sin darte cuenta,

las semanas de tus primeras prácticas como docente frente a grupo terminan. Nadie te

enseña lo difícil que es despegarte de tu familia e irte a un lugar poco conocido para

realizar prácticas. Siempre está el temor de que te toque una “docente mala”, y la vida

está llena de obstáculos que te hacen cuestionarte: “¿realmente quiero esto?”.

El miércoles 2 de abril me lo pregunté de nuevo: ¿realmente quiero esto? Con

lágrimas en los ojos, sentada sola en un lugar lejos de casa, me sentí frustrada por

querer salir corriendo y regresar. Nadie te prepara para eso. Ser docente es enfrentar

grandes desafíos y obstáculos. Pero si algo me demostró esa situación, fue lo fuerte

que soy. Estar ahí no es “fácil”, pero a pesar de todo, siempre estaré orgullosa de eso.

Cada sonrisa y cada aprendizaje que los niños obtienen de mí me motiva a ser mejor.

El amor que contagian los niños es inevitable. No valía la pena salir corriendo, sino

demostrar que puedo con eso y con más. Ahí es donde entra mi vocación como

educadora: tener siempre en mente que habrá altas y bajas, pero nunca rendirse por

los sueños. Lo mejor es ver a quienes están a tu lado, esas personas que te

apoyan: tu familia, tus docentes y sobre todo esas amigas que, aunque al

principio generaban miedo, hoy son parte de este camino.

Y SÍ, REALMENTE QUIERO SER EDUCADORA. PORQUE EDUCAR ES

DEJAR HUELLAS EN ALMAS QUE AÚN ESTÁN POR DESCUBRIRSE. Y EN CADA

UNA DE ELLAS, NUEVAS COSAS ESTÁN POR VENIR, SIN IMPORTAR LA

DIFICULTAD QUE CADA UNA LLEVE CONSIGO SIEMPRE ESTARÉ AHÍ AMANDO

ESTA LINDA CARRERA.

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